En los dedos de la roca
y la sonrisa del arroyo,
en el broquel de neuronas
y los colibríes en mi corazón,
visito la original caverna,
sus montículos de memoria
y allí,
trenzado el polvo del maíz
me da su voz, me presta su silencio,
me esculpe su poema.
¡Cómo no saber que el Dios Maya
de la música vive aquí?
De regreso a mi casa, se viene conmigo.
9 de enero 2014.