—¿Qué hacés ahí, Palmerolo? ¿Te andas escondiendo?
—No, nada, sólo estoy esperando.
—¿Esperando novia?
—¡Está loco, Poeta! Yo soy un espíritu chocarrero, ya sabe, para los fantasmas la diversión son los humanos, como usted.
—¡Dejate de travesuras Palmerolo!
—La situación de doce años de dictadura tiene a la gente ansiosa esperando que todo cambie a la vuelta de la esquina. Por eso me he puesto aquí, como si fuera un espejo, porque al menos voy a ver si detrás de alguno anda uno de esos personajes oscuros que han hecho de este país un martirio.
—¡Un espejo! ¿Aquí, a la vuelta de la esquina? ¡Ah! Domarme es que querés, vos sos un burro travieso. Alguna trampa has de tener a la vuelta de la esquina. No pienso caer en tus trampas.
—¡Hum! Yo sólo estoy atento a la gente que quiere los cambios a la vuelta de la esquina, ¡ya le dije! No todos son lo que aparentan.
—¡Vistes!, ya empezaron las manifestaciones de los que nunca se manifestaron con su anterior patrón. Ese molote si se ha dado a la primera vuelta de esquina. Quieren tener manos arriba a la presidenta, distraída apagando fuego para que no se ocupe de los grandes temas que ya ha planteado su programa de gobierno.
—Jijijiji, ¡ Le veo los ojos peludos!
—¡A mí no me tirés coces, ese pataleo no es conmigo!
—Yo no me echo roznido sólo por roznar. Estoy esperando que esta esquina cambie de puesto, para parecerme con ustedes los humanos.
—¿Cómo una esquina va a cambiar de puesto?… Tus pensamientos son fantasmas.
—Para que las cosas cambien, primero deben de cambiar los humanos, así que estoy esperando gente que cambie de puesto esta esquina y que yo me haga visible como si saliera de un espejo. Y mostrarme como su alma gemela.
—¡Ja, no me hagás reír, se me pueden caer los dientes! Vos crees que la realidad es conforme a tus ideas, que el mundo se mueve a capricho tuyo como cuando movés tus orejas.
—¡Fácil! La realidad es como una foto. La gente confía más en sus fotos, que en su propia verdad…, ¡entonces yo estoy a la espera!
—¿Y qué esperas?
—Al final todos saben mirarse en un espejo. Detrás de él me estoy escondiendo yo.
—Está bien que te inventes un espejo, pero no que te querrás fotografiar con la gente porque no saldría nada en el espejo. No se te olvide. Sos sólo el fantasma de un burro que fue.
—En la foto quedás preso, en el espejo no. Por eso estoy refugiado en esta esquina.
—¿Estás posando para la historia?
—La historia la hace la gente. Yo soy el fantasma de un burro al que sólo usted sabe ver.
—¿Vendrá gente a cambiar esta esquina? Digo, ¿a verse en este espejo?
—La historia depende de qué se den cuenta que esta esquina es el espejo, pero que a la vuelta no esperen nada que se dé así, por así, porque a ellos se les ocurre que debe de ser así.
—Hay que darle vuelta a la vuelta de la vuelta ésta donde decís que para vos es un espejo?
—¡Aja! Esa es la historia. No esperar sorpresas a la vuelta de la esquina, sino quitar la esquina y colocar un gran espejo, en el que a todos se nos refleje la vida con claridad, sin sorpresas.
—¡Esas son fantasías de burro!
—¡No! Los burros no inventamos las calles, ni las esquinas, los espejos, la miseria, ni las promesas políticas; por eso me escondo, ¿no ve?, ¡sólo soy un espejo!
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