Palmerolo y el valle de lágrimas.

— ¡Joajajajaja! Francamente me has puesto en dificultades, Palmerolo… ¡No te burles de los monjes!
— ¡Es cierto, poeta, no existe nadie más egoísta que los monjes! Ellos creen que este mundo es el valle de lágrimas y que se la deben pasar orando para ganarse ser reyes en los cielos. En otro supuesto mundo angelical.
— ¡Jajajajaja! ¿No estarás siendo pedante, Palmerolo?
— He estado leyendo letras grandes. La Divina Comedia, escrita en tiempos del Renacimiento, que fue una revolución cultural en el que marcó el inicio de la caída del régimen feudal.
— ¡Jajajajaja! ¡Sos un mentiroso!
— ¿Mentiroso?
— La sociedad feudal no se ha terminado, sólo es que se ha vestido de nuevos trajes, se ha puesto a habitar en otras mansiones, se ha hecho disfraces mejores que los del Carnaval de Venecia.
— ¡No soy tan culto para saber de lo que usted me habla!
— Los bancos, los señores feudales, rodeados de buitres asaltantes, que te hipotecan hasta la caca que todavía no produces, Palmerolo.
— Me deja en cacas, poeta, todavía no le entiendo. Recuerde que soy un burro, no una persona culta.
— No necesitás ser culto ni burro. Pero sí te sugiero Palmerolo que levantés las orejas. No podés ser como los que dejan caer los brazos y abandonan la lucha, o son tan descarados como los que no son capaces de verse al espejo porque han traicionado sus principios.
— Mire, Poeta. Yo sólo me estaba riendo del valle de lágrimas que ha sido el pensamiento que los señores feudales metieron en las mentes de sus esclavos, como un candado mental seguro para que nunca protestaran contra la imposición dura de sus crueles cadenas.
— ¡Sí! Te entendí
— No creas que porque me dio el COVID he quedado bruto.
— Algo, no tanto ¡Jejejejejeje! Un poquitote de bruto se ha vuelto, Poeta vacunado.
— El valle de lágrimas, es un truco, ya lo sé, para que te sometas y creas que es voluntad de Dios para que te ganés un cielo. Y que sigás de bruto adorando el dólar y sus ejércitos celestiales, sus sistemas de espionaje y sus presupuestos armamentistas que se gastan dos millos de dólares por minuto en guerras mientras las tres cuartas partes de la humanidad pasa miserias y se ve obligado a emigrar, a volverse delincuente, a meterse de cabezas al infierno.
— Yo espero que usted cuando muera lo extraditen al cielo de los burros. Si se va para el de los humanos, lo van cocear todos los días por jetón.
— ¡Y por qué hoy has amanecido tratándome tan mal, Palmerolo!
— ¿Y qué quiere que amanezca como usted haciendo metáforas y poemas?
— Son para vos, Palmerolo
— ¡Ah bueno, eso sí, por eso son tan malos poemas! Al menos no le puedo reprochar que nunca lo vi protestando al lado de su pueblo ante el infernal narco dictadura golpista. Sus poemas los ha ido haciendo allí, como una rubrica de caminante junto a la gente.
— ¿Dónde te conocí pues? Te conocí en la protesta. Bien sabés que yo no soy purista de la poesía, que para mí la poesía sólo es una manera de conversación con mi pueblo. Y me ocupo más de estar con la gente que de estar puliendo poemas, para ver si son o no agradables a los ensalzadores académicos ¡La poesía debe de ser uso de todos!
— ¡Ya, ya pare poeta! Yo no le voy a servir de tapiz para su egolatría. Que usted no es ni un dios antiguo, ni actual… ¡Ya, rompamos con el feudalismo de todo tipo! ¡No se me ponga creído porque le digo que, para poetas, hay otros mejores que usted!
— ¡Jajaja! Sos un pervertido irrespetuoso
— Es que ustedes los poetas se creen el eslabón perdido entre los burros y los humanos. Usted perdone, soy su amigo, por eso le digo la verdad.
— No todos, Palmerolo. No todos.
— ¡Si usted lo dice!
— No te confundás, Palmerolo. Yo mismo no soy de los pastores evangélicos, de los rabinos, curas confesores o poetas que han acompañado a goriletti y a juanchi, en sus poses mientras de manera criminal desangraban este país.
— ¿Usted es capaz de verse al espejo, poeta?
— ¡Sí!
— ¿No alardea?
— No
— Bueno eso me gusta.
— ¿No será usted, como yo, sólo un dibujo en el papel, como yo, que ya no pertenece al valle de lágrimas?
— ¿Cuál valle de lágrimas? Y en minúsculas como lo dices.
— El valle de lágrimas no cabe ni en una lágrima, ni en una gota de sangre.
— ¿Qué me querés decir?
— ¡Que ya! que usted vaya al Congreso y le pegue una gritada a los diputados, que se apuren, que le pongan categoría al Congreso de la República y que se dejen de lloretas, que dejen de hacer teatro y asuman, que enfrenten el sistema feudal y criminal. Que dejen de hacer cuadrículas en blanco y negro, que hagan leyes prontas para que rompan la telaraña de cautiverio en que nos ha dejado la dictadura ¡No es posible que sigamos cautivos del crimen y sus leyes y contratos crueles!
— ¡A orar, pues! Me voy a ir a orar frente al Congreso.
— Poeta, No me decepcione ¡A legislar! Que urge, ya se nos fue el primer mes de cuatro años. Que se dejen de hígados y hagan uso de las neuronas…. ¡Los muy burros!
— Bueno, veo que has apuntado bien el misil, Palmerolo.
— ¡El misil se los tiraré después!, este es apenas un pedo que les dejo ir, para que se salgan del valle de lágrimas.

Descarga más:Palmerolo y el valle de lágrimas

Scroll al inicio