Palmerolo vecino de diputados.

— ¿Sabe Poeta? Yo, Palmerolo, soy compadre con la ministra de Cultura
— ¿Vos, burro, compadre de la doctora Anarela Velez? ¡Sí sos un burro igualado vos! Por ratos, no sé si ha sido decente haberte enseñado a leer y a escribir.
— Y mi amistad con ella aumentará, principalmente porque gracias a ella voy a ser vecino de los diputados.
— ¡Explicate!, más bien explicame un poco mejor ese asunto.
— ¿Sabe donde va a ser la sede del nuevo Ministerio de Cultura?
— ¡No!
— En el antiguo edificio del Banco Central, La Cultura será vecina del Congreso. Allí va a vivir la sapiencia.
— Esa sí que es una gran sorpresa. Finalmente, la cultura va habitar en un lugar digno. Va a ser esa una gran plaza cultural, porque allí mismo queda el Museo Nacional, en la antigua Casa Presidencial.
— Por eso es que, ¡todos vamos con Xiomara!
— Hoy si te creo que sos compadre de la compañera ministra Anarela Velez.
— La presidenta Xiomara, no pudo escoger mejor ministra para la Cultura. Finalmente veo dignidad de mujer en esta apuesta, aunque esa Secretaría de Estado sigue siendo la más pobre, ya se corregirá para convertirla en el principal bien de la nación.
— ¡Menos armas más educación!, Poeta, ese es el reclamo popular. Eso urge en Honduras, mejor ciudadanos leyendo, que delincuentes disparando y golpeando.
— ¡ No me veo tan optimista!, si no se van a ocupar de resolverlo los diputados, de que seamos un país inteligente como Costa Rica, o rico como Panamá. No es fácil ordenar el desorden, de creer que es más importante la cultura de la muerte en lugar de la cultura de la vida.
— Con leyes. Todo se arregla con leyes. Así será hoy que existe todo un pueblo apoyando el gobierno de Xiomara, porque ya estamos cansados de miserias, violencia, corrupción y salvajismo.
— ¡Cómo no!
— ¡Sí! ¡Claro que sí!, con leyes
— ¡Leyes!
— Leyes en contra de quienes hicieron leyes para pautar con delincuentes. Y de una vez romper ese pacto de delincuentes.
— También hay que hacer leyes para detener el abuso, por ejemplo, de quiénes le prestaron dinero e hicieron negocios con un gobierno usurpador, deben de recibir la misma moneda.
— ¡Ah!… ¿Ah? Ya me has puesto a temblar Palmerolo. Tené miramiento al opinar así. Si hablás en contra de los poetas y de los monjes, esos no van a pasar de tirarte una pedrada, pero si hablás en contra de los secuestradores de Honduras, ya estamos hablando de un gran peligro.
— No le digo pues, que el Poeta y el diputado, debería ser yo. Más bien creo y le afirmo, que todos los diputados antes de iniciar el día, deberían de leer poesía, declamar la Oración del Hondureño al inicio de la sesión, para que la rectitud y la valentía los acompañe.
— La literatura estaría mejor, y la legislación saludable… y quizá si sonaran violines, la patria se vestiría de lindos colores y no habría tanto disparo, femicidios, crimen ¡Qué bonito es soñar! Entonces ahora me dirigiré a vos, como diputado, porque de poeta, ¡jamás te daré trato! Es bueno que aprendás, que por el hecho de que te he alfabetizado y seas buen lector, la corona de poeta, sólo te la daré, cuando publiques tus poemas burriles.
— Ustedes los humanos se declaran inteligentes y basta con echarle una mirada al mundo y se sabe, qué clase de árbol son. Yo no le digo que me de trato de poeta, sólo de burro culto que viviré en la plaza cultural de la nueva nación que está fundando el pueblo dirigido por nuestra presidenta Xiomara.
— ¡No me trates como mala Yerba, Palmero! Sólo espero que, si te vas a vivir a la Plaza de la Cultura, se vean los resultados. Mucho arte y cultura en todo el país.
— ¡Y de un salto, estaré con el pueblo, exigiendo a los diputados, mis vecinos, para que, de una vez por todas, emitan una verdadera constitución!
— ¿Qué les exigirás?
— ¡Ya, sean humanos de verdad! Demuestren que son inteligentes y mejoren las reglas del mundo antes de que todo desaparezca comido por las ratas.
— ¡jajajajaja! ¡Vos crees que eso es como soplarle los ojos a un diputado para que mire las cosas igual como las mirás vos! … ¡Jajajajaja! ¡Hacer la constitución! ¡Cómo no, Chon!
— ¡No, no, no! Para nada, Poeta, yo no quiero soplarle los ojos a nadie, menos que los diputados tengan mirada de fantasma de burro. Quiero que tengan mirada y actitud de diputados y que se pongan de una vez a preparar ese Manifiesto de David, a cumplir con esa ordenanza de liberación que les dejó Francisco Morazán. El único y verdadero Padre de la Patria.
— ¡Buuurrrr! Ahora el burro, soy yo. Creo que sí, iré a buscarme dentro de un diccionario de uso.
— Sólo de uso, Poeta, no de abuso, que para eso no hay diccionario, sólo el buen juicio. Aunque tiene razón, con la poesía no me meteré más ¡Usted no tiene arreglo!
— ¡Te estás saltando las trancas, Palmerolo! ¡Mira no deje de hablarte porque abusas de la palabra y te vuelves atorrante ante tus amigos!

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