Regresar a las arenillas de las estrellas
ofreciendo bondad,
brazos,
corazón,
ayudando a resolver el diario de los demás,
volverse el otro, la otra
simplemente respirando,
mirando,
fluyendo,
con la naturalidad del agua,
volvías así la resurrección
un acto sencillo de cada día.
Madre
que hoy has vuelto a la tierra,
definitiva,
como el rocío,
no sin antes quedar gravada como diamante
en los torrentes del cariño.
Maíta,
el mejor ángel que el universo
dispuso para nuestra alegría,
has cerrado el día
duplicando luz a los sueños
y dibujos de promesas a la ternura.
Sos Mamá,
Maíta,
sin medida:
abriendo las puertas del día
a las libélulas,
las risas
y las lágrimas de la necesidad ajena.
Ayudando a levantar la carga,
aliviar el peso
y que nadie sea derrotado
de la vida dura de vivir.
Animadora del optimista,
querelladora del egoísta:
afecto materno
ha sido el signo de su hermandad
sin el ridículo del altanero.
Y tu gloria mayor,
ser útil a los más pequeños,
dándote significado,
volviéndote más pequeñita,
como semilla,
siempre multiplicando abundancia,
nunca exclusiva:
hijo, hija,
todo el que estuvo en tu mesa,
y la abundancia es inmensa.
Íntegra, por ser feliz
compartiendo,
enseñando a ser pescado
y no dejarse pescar,
siempre inventando mares,
arrecifes y clorofilas
para que surta leche y miel
sin dañar el manantial,
sin ofender la vida.
Sabiduría de encender una vela
para tutela de vientos favorables
y respiración tranquila.
Madre, Maíta,
arenita de sol y lluvia,
has vuelto a la tierra
y te veremos brotar en las parras,
en los colores de los frutos
y los códigos laboriosos de las abejas
que vuelven de sus sueños de polen
a la generosidad
y la plenitud de bordar vuelos
y reinventar vergeles.
Candelario Reyes García
Hijo