Mi gato se mueve con las hordas del tiempo,
es excomulgado por las guerras santas,
salteado en los desiertos de la intolerancia
y lapidado en los callejones de Constantinopla.
Su retina
es un tejido de todos los tiempos,
la alfombra mágica de Aladino
y el echadero de Cleopatra
le deben su inspiración.
La luz se pierde en el fondo de su sigilo
y palpita con la luna el sol
en sus noches de brama.
Hoy quiero regalarlo
porque temo a su visión en la oscuridad,
a sus ronroneos de conciencia que me hacen pensar,
quiero regalarlo a una valquiria,
a una gitana,
a una fulana de tal
que lo lleve lejos de mí,
al remoto Oriente,
al profundo Sur,
al frío Norte
o que adormezca con él en el ocaso
y así me libere
de esta gravedad de soñar, dormido y despierto.
17 de enero 2014
Candelario Reyes García.