El teatro me convirtió en un verdadero educador; es decir, en un eterno aprendiz. Todos nos educamos mutuamente. En este sentido, el teatro ha sido una herramienta liberadora. He tenido que improvisar, escribir textos y adaptarlos a la oralidad porque muchos de los campesinos no sabían leer ni escribir. Realizamos labores de alfabetización, y en el proceso, he tenido que superarme a mí mismo, pues aunque no soy el mejor escribiendo, me destaco en la invención. Cuando unimos la imaginación en colectivo, el don de la gracia se magnifica.

Educar ha sido una fuente inagotable, tan dinámica como sus participantes. Aunque soy profesor de oficio, eso no garantiza nada. La única garantía es descender a nivel de los demás para ascender juntos con calidad, superando las barreras de la ignorancia y la pobreza cultural. Esta ha sido la partitura: una construcción basada en aprender haciendo, aprender desaprendiendo y aprender innovando.