Palmerolo anarquista

Explíqueme Poeta, ¿qué es ese ruido que se oye por allí?

¿No sé si me van a tirar de nuevo estos un billete de cincuenta pesos?¡ Digo por aquello, que no creo que los votos cachurecos y Yanistas, sean gratis!

En redondo se fue nasralla, que petulante cree que jugar a la política es lo mismo que equis cero de dinero ¡Vaya usted a saber la escuela de la anticorrupción de televicerdos, que no se la cree, ni renacuajo!

Por suerte Palmerolo no come billetes, sino hierbas del campo, grama, bledos y hasta polvo de los caminos. Pero Palmerolo no come papeles desteñidos, pero ahora, no sabe, cómo se va a comer esta ráfaga de política, esa nube que se levanta de la asamblea legislativa.

¡Ónde han visto! Como dicen en Gualala. A quienes ni el señor de Esquipulas, ni los guancascos los defienden de salpullido de una mente chiquita cercada por el partido liberocachurecopistero.

Pero bien sabe Palmerolo que ahora, aunque tire coses como las de Rasel Tomé, la historia está echada. Bien echada o cómoda, o bien echada a la mierda en un hemiciclo que todo mundo sabe que vale menos que un establo para burros, becerros y borregos guiados por una partida de mentes enanas y sin formación política, sólo la de sus tripas.

¿De dónde salen esa calaña de diputados que no respetan ni la palabra, el orden o las muestras mínimas de civismo? ¡Qué mensaje es ese, por Dios! ¿Así serán conducidos los destinos de la patria, sólo digna de rata gorda y su moral universitaria prostitucional?

Si contaran con un compendio moral los diputados en que al menos hayan leído la carta que el General Cabañas escribió para renunciar a la pensión vitalicia ¡Esa sosegada moral tan necesaria y urgente!

¡Ni eso se han leído! Mucho menos que se hayan leído la introducción de la Constitución que los rige conforme a los siguientes valores morales que deben de dejar expuestos en todos sus actos: “  que se fortalezca y perpetue un estado de derecho que asegure una sociedad política, económica y socialmente justa que afirme la nacionalidad y propicie las condiciones para la plena realización del hombre, como persona humana, dentro de la justicia, la libertad, la seguridad, la estabilidad, el pluralismo, la paz, la democracia representativa y el bien común”

Ni idea tienen de las once mil varas en las cuales han metido al Estado por sus mismas incapacidades.

Por eso Palmerolo no sabe, si lo que está sucediendo es una película estelar entre Sirios y Troyanos, cuyos trasfondos quizá sólo se sepan en la Embajada o en la cantina de Tito Aguacate, o se trata de una jugada más de los poderes fácticos que están cagados de la risa, al ver al más representativo congreso nacional de la ingobernabilidad y de un partido refundacional que se fractura como los hombres de palo, del libro del Popol Vuh, o el muñeco con pies de barro de las pesadillas de Nabucodonosor.

¡Ay, papa!, dicen los Trinitecos, que sin duda irán agüevados a quemar la chimenea gigante al Estadio la noche del 27.

Palmerolo se pone a pensar, si realmente, como él, otros habrán leído estas palabras de Francisco Morazán:

“Ese mismo pueblo que habéis humillado, insultado, envilecido y traicionado tantas veces, que os hace hoy los árbitros de sus destinos y nos proscribe por vuestros consejos, ese pueblo será nuestro juez.

Si la lucha que os propongo es desigual, todas las ventajas de ella están de vuestra parte.”

Y aunque este pensamiento de Palmerolo, jamás lo va a leer la presidenta Iris Xiomara Castro Sarmiento. Quiere este buen burrito recomendar de urgencia, la creación de la Secretaría de Estado del Poder Popular, donde el pueblo se sienta representado y sea un órgano de consulta permanente y que le de vida al voluntariado y a la auto convocatoria de las organizaciones de base del Soberano.  La movilización y el ejercicio ciudadano de respaldo a las decisiones de la presidencia.

Los poderes fácticos ya son dueños de la Corte, la Fiscalía, el Ejército, La Banca, y una Asamblea Legislativa con la bandera rota.

¿Cómo es que mentes tan brillantes se aliaron con los cachos? ¿Se los va a perdonar el pueblo? Palmerolo no cree que una puesta en escena llegue al límite del suicidio político ¡Pero bien, Palmerolo, sólo es un burro!  Y en esto hay una fabula que se llama, el Mono Reformador, que viene a bien, leer el día de hoy.

Amén, así sea. Y que hablen los iluminados, que Palmerolo quiere saber. Porque saber, no sólo debe ser de sabios, tampoco de vividores.

 

Palmerolo

Jumento

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