Yuscarán, 21 de julio de 2009.
Palmerolo
Paisano borrico:
Muy de madrugada escuché pillar los pájaros como dándole exigencia de prisa a la luz, y entre el manto de la aurora, en lontananza sospeché un roznar de inquietud, que he interpretado como un desasosiego tuyo ante el desenvolvimiento de los eventos que vienen.
El amanecer ha tenido como un tropel de silencios; una anomalía en este universo de indignación que prevalece; una premonición de los que habremos de ser inmolados. Yo he imaginado que en esta jornada de restauración de la paz en Honduras, hay que iniciar una caminata incorporando a toda la gente posible, e ir abriendo todos los corrales y potreros, y sumar a la marcha toda la fauna disponible, de tal manea que Tegucigalpa se convierta en un inmenso coro de voces diversas de: caballos, vacas, cabros, ovejos, becerros, chuchos, gatos, gallinas, patos, burros, loritos y hasta gallos de pelea.
Es que el enfrentamiento será contra un ejército bien armado sediento de sangre, y a lo mejor a su cruel felonía, no le sea suficiente la sangre de los humanos, entonces a estos brutales Moloch debemos ajustarles la cuota con todos los animalitos con los que contemos en esa expedición en la que a lo mejor hasta debamos animar a la soldadesca a un suicidio colectivo, pues son igual-mente pobres y tienen su origen en hogares de las barriadas y las aldeas indigentes.
Es decir, que su sangre también sustenta a las gárgolas de palacio.
Hay que preparar el gran baño de sangre que requieren nuestros sacerdotes de la violencia constitucional de la nación. Los Carontes ahítos observaran a distancia y siempre con cierta sensación de vacío.
Es lo que presiento y sospecho en la extensión de ruidos y silencios de un nidal de muerte que se oculta en el manto de este amanecer.
A estos eventos, borrico querido, tenemos que sumarnos, por mucho que te haya recomendado en la carta anterior de que te cuidaras; pues la sangre siempre les será insuficiente a los demonios del poder, del eterno poder, del permanente secuestro, de las cadenas y los eslabones del impro-perio y la grosería tiránica contra un pueblo aguantador hasta más no haber. Así hoy hemos llega-do al momento del sacrificio máximo. Es una encrucijada de caminos donde reinan los demonios. Y los que vamos a morir, debemos de acopiar toda la sangre inocente posible, para calmar la sed de nuestros señores, nuestros amos, nuestros esclavistas de cuello blanco.
Rebuzna pues, y diles a todos los animalitos del campo, que debemos marchar rumbo al mata-dero, que los verdugos de verde olivo ya están listos, y en los balcones, bien resguardados y hartos, están los señores del golpe. Diles que las víctimas deberemos exhibir buen ánimo al escribir en el patio de su hacienda de poderes, con sangre un hito de vergüenza.
Sólo hay que tener cuidado en algo, Palmerolo, y es reconocer bien a los chanchos, de que se unan a la caminata; no sea que se confabulen con los diputados, e igual que las fuerzas armadas, se vuelvan pezuña y carne en una misma chanchera, y sirvan de chicharrón y morcilla para nutrir el golpismo.
Seremos pasados por fuego y tiros vivos, moriremos como los pinos y las madrigueras de los pequeñitos en verano en manos de los pirómanos, para que no pierdan el privilegio las franquicias de las comidas rápidas, la estafa de las bandas anchas de la telefonía y la felonía de los exporta-dores y de los importadores de males y bienes. Quizá no quede en pie ni un Tolupán, tampoco Lencas, Garífunas, Misquitos o Chortís. Y la nación entera será un gran territorio abierto, propia para un gran portaviones de guerra, acaso sólo habitado por los administradores del crimen.
No puedo decirte que juntes buen ánimo, pero sí debes de meterle trote a tu andar, para que no se cumpla aquello de que el entendido a señas y el burro a leña.
Me despido, con los reparos del tiempo, de qué nos deparará el mañana.
Candelario Reyes García
Tu amigo poeta.