El desafío de la palabra es constante. No me considero un escritor de oficio, aunque es a lo que más tiempo dedico. Para mí, la literatura es una forma de educación popular, de resistencia y de lucha política, así como de defensa de los Derechos Humanos y de los Derechos de la Naturaleza.

No soy un artista de la palabra, sino un educador apasionado por la lectura y su promoción. Mi esposa Lupita y yo somos una yunta, una unión de soñadores que apuestan por la cultura de paz. Creemos que esta comienza fomentando la lectura, formando personas y colectivos con conciencia crítica, capaces de resistir la manipulación.

Desde mi perspectiva, la literatura es liberadora, en consonancia con el legado del primer gran hondureño que la promovió: Francisco Morazán, nuestro insigne patricio.